Con una prueba sencilla podemos medir con profundidad la llamada “edad biológica” del cuerpo.
Las razones para entender por qué el COVID todavía es una amenaza para la salud global
El virus respiratorio SARS-CoV-2 aún causa miles de muertes en todo el mundo, mientras el hemisferio norte registra un fuerte aumento de casos. Por qué la vacuna argentina ARVAC es una herramienta fundamental ante las nuevas variantes.
SaludLa enorme mayoría de víctimas actuales del COVID -entre el 80% y 90%- son personas que no se aplicaron las vacunas de refuerzo recomendadas. Pero es muy importante dejar de mirar a la enfermedad solo bajo el prisma del tiempo pandémico. Ahora, el COVID es una enfermedad estacional que, si escala, puede ser grave y provocar muerte. Hoy, en todo el planeta, hay vacunas para protegerse contra el SARS-CoV-2.
Los estudios más recientes muestran que el COVID causa hoy en el mundo más muertes que la influenza y que las reinfecciones de SARS-CoV-2 generan secuelas mucho más graves que la gripe. Además, una persona puede contraer gripe varias veces a lo largo de su vida sin mayores complicaciones, pero aún no está claro que pueda soportar múltiples infecciones por COVID de la misma manera.
Incluso el COVID genera un efecto a largo plazo, llamado long COVID que se acaballará con el “new COVID”, con las reinfecciones ante las nuevas variantes y cepas que presenta la naturaleza del virus.
Para sumar perspectivas, la semana pasada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que las infecciones por COVID-19 están en aumento a nivel mundial, incluso esto se evidenció en los Juegos Olímpicos de París, donde al menos 40 atletas dieron positivo.
“El COVID-19 sigue muy presente entre nosotros” y circula en todos los países, afirmó durante una conferencia en Ginebra la doctora María Van Kerkhove, directora de preparación y prevención de epidemias y pandemias de la OMS.
Mentes brillantes al alcance
El cardiólogo y genetista Eric Topol, fundador y director del Scripps Research Translational Institute, en California, se convirtió en un referente internacional desde el minuto uno de la pandemia y divulga con pasión los últimos estudios que analizan la evolución epidemiológica global. En su último newsletter semanal, Topol señaló: “No importa cómo lo mires, esta no es una ola benigna. El virus sigue aumentando en las cuatro principales regiones de EEUU, en comparación con la semana pasada hubo un aumento del 25% de las muertes y del 12 % en urgencias debido a COVID-19″.
Topol consideró que Estados Unidos enfrenta una ola importante de contagios con un estimado de 900.000 nuevas infecciones por día, según surge del análisis de aguas residuales: “La pendiente ascendente de los niveles de SARS-CoV-2 sigue siendo pronunciada, por lo que aún no hemos alcanzado la meseta”.
Muchos expertos que ocuparon puestos de decisión en lo peor de la pandemia coinciden con Topol: “Si solo hablamos de infecciones, es probable que esta acabe convirtiéndose en la ola de verano más grande que hayamos tenido”, declaró hace pocos días el doctor Ashish Jha, director de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown y ex coordinador de respuesta al COVID-19 de la Casa Blanca.
Ante este panorama internacional, queda claro por qué la infección por SARS-CoV-2 hoy es una amenaza para la salud pública.
5 razones para entender por qué el COVID es una amenaza a la salud pública
1 - El riesgo de nuevas variantes
La OMS advirtió esta semana que, en medio de la ola de nuevos contagios durante el verano en el hemisferio norte, es poco probable que los casos disminuyan en el corto plazo, y es posible que pronto aparezcan variantes más virulentas o contagiosas.
El último reporte de los Centros de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) indicó que actualmente circulan una combinación de variantes del virus, incluyendo KP 3, KP 3.1.1 y KP 2.3, todas ellas descendientes de la versión JN 1 que se detectó a principios de este año. Algunos científicos las llaman colectivamente “Flirt”, debido a sus cambios genéticos. Estas variantes son consideradas algunas de las más contagiosas hasta ahora.
Ante este escenario, las bajas tasas de vacunación, aún con vacunas disponibles en todos los países, preocupa a las autoridades sanitarias: “Con una cobertura tan baja y una circulación tan grande, si apareciera una variante que fuera más grave, la susceptibilidad de las poblaciones en riesgo a desarrollar una enfermedad grave sería enorme”, advirtió la doctora Van Kerkhove.
2 - La hospitalización por COVID provoca secuelas de largo plazo
En mayo de 2024, se publicó el estudio más grande y extenso de seguimiento de COVID-19, utilizando la base de datos de atención médica del Departamento de Asuntos de Veteranos de los Estados Unidos.
De la investigación participaron dos expertos que son referentes globales en infectología. El cardiólogo y genetista Eric Topol, fundador y director del Scripps Research Translational Institute, un centro de investigación en ciencias biomédicas básicas con sede en California; y el epidemiólogo de la Universidad de Washington Ziyad Al-Aly, quien fue distinguido este año como una de las 100 personalidades más influyentes de la Salud global por la Revista Time.
“La infección por coronavirus 2 causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2) produce efectos a largo plazo en la salud de casi todos los sistemas orgánicos”, dijeron los autores en el documento. Los investigadores remarcaron la persistencia de los riesgos asociados con el COVID-19, especialmente para aquellos que han requerido hospitalización durante la fase aguda de la enfermedad.
El estudio concluyó que, si bien el riesgo de muerte en los pacientes que fueron hospitalizados por COVID-19 disminuye con el tiempo, se mantiene elevado incluso tres años después de la infección.
3 - Las muertes por COVID-19 están asociadas a la baja vacunación
En Argentina, durante el año 2023, la mortalidad por COVID-19 superó significativamente a la causada por el virus de la influenza. Según los datos que surgen de los boletines epidemiológicos del Ministerio de Salud de la Nación, el número de fallecidos por COVID-19 fue cinco veces mayor que el de gripe.
Un dato clave que reflejan las cifras es que el 89% de las personas que murieron tras la infección por SARS-CoV-2 no había recibido la vacuna de refuerzo recomendada. Este dato subraya la importancia de la vacunación continua y las dosis de refuerzo para reducir la mortalidad asociada al virus.
En el primer semestre de 2024, se registró una suba del 4,23% en los casos de SARS-CoV-2 en comparación con el mismo período del año anterior. Este aumento indica que el virus sigue circulando activamente.
Durante este mismo periodo, se notificaron casi 60.000 casos de neumonía en el país, y más de la mitad de las hospitalizaciones de adultos por infecciones respiratorias agudas fueron causadas por el SARS-CoV-2, lo que revela que sigue siendo el principal agente responsable de hospitalizaciones por infecciones respiratorias en personas adultas.
4 - Las reinfecciones aumentan el riesgo de secuelas
Un aspecto crucial y poco discutido del COVID-19 son las reinfecciones. El estudio de seguimiento más amplio hasta la fecha sobre el impacto de las reinfecciones por COVID también fue realizado por los expertos epidemiólogos del Departamento de Asuntos de Veteranos de los Estados Unidos.
Su investigación demostró que las reinfecciones sintomáticas por SARS-CoV-2 aumentan el riesgo de secuelas graves, hospitalizaciones y mortalidad. El estudio incluyó una cohorte de individuos con una sola infección, múltiples reinfecciones y un grupo de control que nunca cursó la enfermedad respiratoria.
Los resultados mostraron que las personas reinfectadas tenían un riesgo 2,17 veces mayor de morir y un riesgo 3,32 veces mayor de ser hospitalizadas, en comparación con aquellos que solo habían tenido una infección inicial.
Además, volver a cursar la infección se asoció con un aumento en el riesgo de trastornos pulmonares, cardiovasculares, hematológicos, diabetes, gastrointestinales, renales, de salud mental, musculo-esqueléticos y neurológicos.
Estos hallazgos subrayan la importancia de las estrategias de prevención y vacunación continua. La vigilancia epidemiológica y la implementación de medidas preventivas robustas siguen siendo esenciales para controlar la propagación del virus y mitigar sus impactos. Las dosis de refuerzo son clave para reducir la mortalidad y las complicaciones graves asociadas al COVID-19, especialmente ante la persistencia del virus y el riesgo de reinfecciones.
A diferencia de la gripe, la repetición de la enfermedad por COVID-19 se relaciona con un mayor riesgo de mortalidad, hospitalización y secuelas en múltiples órganos, según muestra la evidencia. Cada vez que una persona vuelve a cursar la infección, se incrementa el riesgo de desarrollar diabetes, problemas de salud mental, insuficiencia renal, complicaciones pulmonares y gastrointestinales, así como de sufrir hospitalizaciones y muerte.
5 - Long COVID en la mira global
“El intenso esfuerzo científico que desencadenó el COVID prolongado ha dado como resultado más de 24.000 publicaciones científicas, lo que lo convierte en la condición de salud más investigada en los cuatro años registrados de la historia humana”, consideró el doctor Al-Aly.
Se estima que al menos el 11% de las personas que contraen COVID-19, independientemente de si fueron hospitalizadas o no, desarrollan COVID prolongado. Contrario a una creencia difundida, la mayoría de los casos de COVID prolongado se manifiestan después de infecciones leves o asintomáticas. Entre los afectados, el 26% experimenta dificultades en sus actividades cotidianas, como dificultad para concentrarse, falta de aire al hacer ejercicio o problemas para dormir.
El COVID prolongado abarca un amplio rango de síntomas que pueden extenderse durante semanas, meses e incluso años. Frecuentemente, se presenta como fatiga persistente, síntomas respiratorios continuos y problemas que afectan al sistema nervioso, digestivo y osteoarticular. Entre los trastornos neurológicos más comunes se encuentran la niebla mental, el deterioro cognitivo, los cambios de personalidad y la disfunción ejecutiva.
La mejor manera de prevenir el COVID prolongado es evitar contraer el virus. En los casos en que se contrae la infección por SARS-CoV-2, la vacunación previa reduce el riesgo de desarrollar COVID prolongado.
La vacuna argentina contra el COVID
Las vacunas son la gran herramienta de la ciencia para protegerse ante las enfermedades inmunoprevenibles y la ciencia argentina tiene motivos para celebrar y sentirse orgullosa.
Es que detrás de muchos días y meses de ensayos, pruebas y desarrollo e investigación de naturaleza público-privada, un laboratorio nacional logró en octubre pasado la aprobación de la ANMAT de la primera vacuna proteica diseñada, desarrollada y producida íntegramente en el país contra la COVID-19: la vacuna ARVAC.
Como viene contando Infobae desde los primeros estudios de la vacuna ARVAC, el inoculante nacional es una muestra del impacto transformador de la ciencia nacional cuando se combina una alianza público privada con visión estratégica, en un contexto donde, cuatro años después del inicio de la pandemia, el COVID-19 sigue siendo la infección respiratoria más habitual entre los pacientes hospitalizados.
La vacuna ARVAC-Cecilia Grierson es fruto del trabajo mancomunado de investigadores del CONICET, la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el Laboratorio Cassará. Diseñada como segunda generación de inoculantes -o dosis de refuerzo- está destinada a personas ya inmunizadas contra el COVID mayores de 18 años, y se trata de una vacuna proteica, como la que se aplica contra la hepatitis B desde hace tres décadas.
Jorge Cassará, el director del Laboratorio Cassará, productor de ARVAC, señaló: “Desde su lanzamiento hace apenas dos meses hoy la nueva vacuna ARVAC contra COVID se está convirtiendo en la más prescripta por los médicos, probablemente por la confianza que genera su tecnología tradicional utilizada desde hace más de 30 años para vacunar contra la hepatitis B a niños recién nacidos”.
“Son pocos los países que pueden diseñar, desarrollar y producir vacunas innovadoras. Este es un hito de un proyecto interdisciplinario de más de 20 instituciones públicas y privadas, y constituye un ejemplo de lo que se puede lograr en Argentina cuando se trabaja en equipo”, describió entusiasmado Cassará.
Una imagen que hace mucho no se observaba en el sistema de salud, rememora los primeros meses de la pandemia. La semana pasada, un miércoles a las 10 de la mañana en un hospital del conurbano bonaerense, una larga fila de médicos hacía fila para vacunarse contra COVID, tras escuchar una charla sobre las características de ARVAC. “Al finalizar nuestra presentación donde explicamos por qué ARVAC no genera problemas de salud y tiene excelente tolerancia, la mayoría de los médicos decidieron vacunarse inmediatamente”, comentó Roberto Gómez, director médico de Cassará.
En efecto, en su última charla acompañado por la Fundación Vacunar en el Hospital Federico Falcón, de la localidad bonaerense Del Viso, se vacunaron el 90% de los médicos presentes. “Es una satisfacción pero al mismo tiempo una preocupación, ya que si casi todos los médicos deciden aplicarse ARVAC implica que ni ellos mismos tenían la dosis anual de refuerzo recomendada”, agregó el doctor Gómez, quien participó de más de 20 charlas en diferentes hospitales y destacó que la recepción por parte de los médicos es muy buena.
“El Ministerio de Salud aún está obligado contractualmente a comprar las vacunas importadas utilizadas en pandemia, el laboratorio argentino Cassará que actualmente produce ARVAC solo puede poner a disposición la vacuna en el mercado privado a través de farmacias y vacunatorios privados”, definió Jorge Cassará
¿Quiénes y cuándo deben vacunarse contra el COVID?
En Argentina, las directrices del Ministerio de Salud de la Nación para la aplicación de las vacunas contra el COVID-19 establece que todas las personas desde los 6 meses de edad deben contar con un esquema primario completo y al menos un refuerzo en los últimos 6 meses.
En personas con alto riesgo de enfermedad grave por COVID-19, como personas de 50 años o mayores, embarazadas, y aquellos con inmunocompromiso, se sugiere una dosis de refuerzo cada seis meses.
Para personas con riesgo intermedio o alta exposición laboral al SARS-CoV-2, como menores de 50 años con comorbilidades no inmunosupresoras y personal de salud, se recomienda una dosis de refuerzo cada seis meses y luego seguir con una periodicidad anual.
Para aquellos con riesgo bajo de enfermedad grave, es decir, personas entre 6 meses y 49 años sin comorbilidades, la dosis de refuerzo se administra cada doce meses desde la última dosis aplicada. Las vacunas contra el COVID pueden administrarse junto con otras vacunas del calendario nacional.
El dato surge a partir de una investigación de la Universidad Diego Portales, de Chile. El neurólogo Conrado Estol (MP. 65.005), quien participó en el estudio, explicó de qué se trata.
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