El asesino de la cara feliz: mató a más de 180 mujeres y descartó los cuerpos entre California y La Florida

Los crímenes fueron en los primeros años de la década de 1990. El femicida era camionero y viajaba por todo el país. Por eso, a la policía le costaba vincular los casos. Dos personas fueron condenadas a perpetua y liberadas casi 5 años después sin haber tenido ninguna relación con los casos.

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El martes 23 de enero de 1990 era una noche fría y húmeda. Taunja Bennett, de 21 años, salió a un bar a beber algunas copas y, con suerte, encontrarse con algunos amigos. Condujo su automóvil hasta B & I Tavern, uno de sus lugares favoritos, en Portland, al sureste de Oregon. Taunja pidió una cerveza y después una copa de vino y continuó alternando entre las dos bebidas a medida que avanzaba la noche. Tambaleando, fue con una cerveza hasta donde había unos hombres jugando al billar. Un tipo, que la había estado observando desde hacía rato, se le acercó y la invitó otra cerveza. Ella aceptó. Este tipo era un hombrón, de dos metros de altura, siempre sonriente.


Más allá de su altura, Taunja no le prestó mucha atención al hombre ni siquiera cuando se presentó: Keith Hunter Jesperson. No obstante, ella aceptó conversar. En un momento, él la invitó a cenar. Taunja era confiada. Asintió con la cabeza y él sacó su billetera para ver cuánto dinero tenía y le dijo a la chica que no le alcanzaba para los dos pero que podía pasar por su casa para buscar más dinero. Su casa no quedaba lejos. Cuando entraron en el departamento Keith la convenció de tener relaciones sexuales.

Después, ambos en la cama, Keith experimentó un brusco cambio en su carácter; comenzó a burlarse de Taunja y hubo una fuerte discusión hasta que él le pegó una trompada. Siguieron más golpes en la cara y la cabeza hasta que con una de sus enormes manos la agarró del cuello y con la otra le pasó una cuerda hasta estrangularla.

Keith Kesperson volvió al bar B&I y se sentó a beber y hablar con los noctámbulos que permanecían en el lugar. Luego regresó a su casa, cargó el cadáver de Taunja en su auto, se dirigió hasta el este, salió de Portland y lo tiró en un desfiladero, en una zona poco transitada y oscura. Se dirigió hasta una parada de camiones, bebió café el resto de la noche. Condujo, ya con luz del sol, por Sandy River Highway y arrojó el bolso de Taunja, que incluía su identificación de Oregon.

El rol de Laverne Pavlinac en el crimen de Taunja Bennett

Días después, un transeúnte encontró el cuerpo y, aunque en cuentagotas, se dio información del caso durante semanas. Estas noticias eran seguidas con un interés enfermizo por una apasionada de los casos criminales llamada Laverne Pavlinac, una mujer de 57 años. Ella leía libros de misterio y se informaba sobre crímenes reales. Laverne sabía todo lo que se había publicado sobre el caso de Taunja y se le ocurrió una idea. Este crimen podría serle útil para sacarse de encima a su pareja, con quien estaba desde hacía diez años, un tal John Sosnovske, de 43 años, aunque ella debiera pasar un corto lapso en la cárcel.

Llamó a los detectives que estaban a cargo del caso, Alan Corson y John Ingram, les dijo que tenía información importante y los citó en su casa. En la reunión, les contó que Sosnovske la había siempre maltratado pero el colmo fue cuando, ahora, le pidió que lo ayudara a violar a Taunja Bennett, a quien luego él asesinó estrangulándola. Después la obligó a deshacerse del cuerpo. Sosnovske negó esas acusaciones pero los policías fueron tan “intensos” en sus interrogatorios que el tipo terminó confesando. Las declaraciones de Laverne duraron dos semanas. Hasta la llevaron a la zona donde apareció el cuerpo y ella acertó en el lugar donde había sido arrojado el cadáver (¡había leído tanto del caso!), pero no pudo identificar el sitio donde se descartó la cartera de la víctima.

Los policías consultaron con el fiscal del condado de Multnomah, Jim McIntyre, y Laverne y Sosnovske fueron arrestados. Usando las confesiones, McIntyre los llevó a juicio y logró que en febrero de 1991 fueran condenados a perpetua. Fue entonces que Laverne dijo la verdad, es decir que se había inventado todo para deshacerse de su novio, pero no le creyeron. Sosnovske rechazó su confesión por haber sido obtenida bajo intimidación, pero tampoco le dieron bolilla. Mientras, Keith Jesperson vagaba por todo el país.

Keith Jesperson, el asesino de la cara feliz
Keith nació en Chilliwack, en Columbia Británica, una provincia de Canadá. Su principal ambición en la vida era ingresar en la Real Policía Montada de Canadá. Fue aceptado pero sufrió un accidente escalando con cuerdas que le dejó una serie lesión. No pudo completar su entrenamiento y fue despedido. Desde entonces, decidió vengarse del mundo entero. Keith y su familia se mudaron al estado de Washington y se instalaron en un parque de casas rodantes. Consiguió empleo como camionero de larga distancia y en poco tiempo estaba recorriendo los Estados Unidos.

Luego de matar a Taunja, descubrió que le caía bien ese asunto de matar. Esperó casi un año y medio para su segunda vez y desde entonces fue sembrando el país de cadáveres de mujeres. Los cálculos propios arrojaban 185 víctimas estranguladas durante más de cinco años, aunque en la mayoría de los casos no fue posible identificar los restos hallados, que tiraba en despeñaderos.

En setiembre de 1992 se encontró el cuerpo de Cynthia Lynn Rose, de 32 años, a lo largo de la autopista US 99 cerca de Turlock, California. Su muerte, que no era reciente, se registró como sobredosis de drogas. Sin embargo, fue en ese momento que Jesperson comenzó a escribir cartas a los medios, particularmente al periódico The Oregonian, en Portland, atribuyéndose el crimen de Rose y de otras.

En una carta, afirmó que Rose era una prostituta que él había recogido y asesinado. Firmaba sus cartas con el dibujo de una “cara feliz”, y el periodista Phil Stanford, de The Oregonian, rápidamente lo apodó “Happy Face Killer”, es decir el “asesino de la cara feliz”. Las cartas fueron entregadas a la Policía pero los agentes no sabían ni por dónde empezar.

Laurie Ann Pentland, de 26 años, se convirtió en la siguiente víctima. Su cadáver fue encontrado en noviembre de 1992 detrás de una tienda GI Joe’s en la ciudad de Salem, capital del estado de Oregón. Había sido estrangulada. Durante 1993 y 1994, se sucedieron más descubrimiento de mujeres estranguladas, algunas que se pudieron identificar y otras no, en lugares tan distantes como California y Florida. Relacionar los casos fue una tarea que nunca se terminó.

El error de Keith Jesperson

El propio asesino “de la cara feliz” cometió un error en su escalada se crímenes, cuando estranguló a su octava víctima. Se trataba de Julie Ann Winningham, de 41 años, de la ciudad de Camas, en el estado de Washington, limítrofe con Canadá (no tiene nada que ver con la capital del país). Julie había sido estrangulada el 10 de marzo de 1995. A diferencia de las otras, Julie tenía una relación con el asesino. Sus amigos y familiares revelaron que ella era la novia de un camionero de apellido Jesperson y proporcionaron la primera pista valiosa.

El detective Rick Buckner, que tomó el caso, se enteró que Julie, que vivía en Camas, se había mudado a Utah después de romper con su esposo, pero regresó a Camas en febrero de 1995 con un novio llamado Keith Jesperson, a quien se refería como su prometido. El detective averiguó que este Jespereson se había casado en 1986 con una chica llamada Rose Hucke, con la que tuvo tres hijos, y que se había divorciado en 1990. También, que era camionero y trabajaba para la empresa de transporte Cheney. Comenzaron a seguirle el rastro y para el miércoles 22 de marzo de 1995 lo ubicaron en Las Cruces, cerca de la frontera con México. Alli lo detuvieron por pedido de Buckner y lo interrogaron durante seis horas por el asesinato de Julie Winningham. El camionero no dijo una sola palabra y como no tenían evidencia firme en su contra lo dejaron en libertad.

Jesperson hizo un breve análisis de su situación. Se convenció que tarde o temprano lo iban a arrestar por el crimen de Julie y otros, así que debía elegir el estado en el cual caería para evitar la pena de muerte. El 24 de marzo, escribió dos cartas, una a sus hijos y otra a su hermano. La carta a su hermano, decía:

“Parece que mi suerte se ha acabado. Nunca podré volver a disfrutar de la vida al aire libre. Me metí en una mala situación y me atrapó la emoción. Maté a una mujer en mi camioneta durante una discusión. Con toda la evidencia en mi contra, parece que realmente soy una oveja negra. Lamento haber terminado de esta manera. He sido un asesino durante cinco años y he matado a ocho personas, asaltado a más. Supongo que no he aprendido nada. Me arrestarán hoy”.

La confesión de Keith Jesperson
El propio Jesperson llamó a la Policía y confesó el asesinato de Julie Ann Winningham. El detective Buckner transmitió información sobre el camionero a las jefaturas de Policía de todo el país con la confesión y la carta que le había escrito a su hermano, y preguntó si tenían homicidios sin resolver que pudieran encajar en las rutas de viaje de Jesperson.

Una vez trasladado a la cárcel del condado de Clark, en el estado de Washington, su abogado Thomas Phelan le preguntó sobre la carta que le había enviado a su hermano en la cual decía que había matado a más mujeres. Fue entonces que Jesperson le contó todo. Según él, había sufrido “un subidón de adrenalina” antes de matar a sus víctimas.

Confesó que, por ejemplo, en enero de ese año, 1995, recogió a Angela Subrize cerca de Spokane, Washington, y acordó llevarla a Fort Collins, Colorado, para ver a su padre, pero que se enfureció cuando Angela no lo dejó dormir en una parada de camiones pues ella quería que continuara conduciendo. La mató colocándole el puño con fuerza en la garganta. Después, volvió a dormir. Hasta entonces el de Angela era un caso sin resolver. Hasta dio un detalle que sólo el asesino sabía: que Angela tenía un tatuaje del personaje de dibujos animados Tweety en uno de sus tobillos en el que Tweety estaba haciendo un gesto obsceno con una mano. En septiembre de 1995, con los datos que dio Jesperson, hallaron los restos de Angela a un costado de la carretera interestatal 80 cerca de Gothenberg, un pequeño pueblo de 3200 habitantes. Había estado en la hierba alta desde enero. Pudieron identificarla por el tatuaje de Tweety aún visible, una de las pocas marcas de identificación que quedaban en su cuerpo.

En esa carta que le envió a su hermano, Jesperson también se hizo cargo del asesinato de Taunja Bennett, en 1990 en Oregon, y escribió que lamentaba mucho la situación de John Sosnovske, el hombre a que estaba cumpliendo una condena por ese homicidio. En la misiva, había escrito: “Sé que lo que he hecho ha estado mal, y lo siento por todas las familias de mis víctimas… No seré feliz hasta que reemplace a ese hombre (Sosnovske) en la Penitenciaría del Estado de Oregon por el crimen que cometí y quede libre...” No mencionaba a la pareja de Sosnovske, Laverne Pavlinac, la mujer que creyó que mintiendo y echándole la culpa del homicidio de Taujna a su novio podía deshacerse de él. Ella también fue condenada.

Los primeros sorprendidos por las palabras del camionero fueron los detectives Corson e Ingram y el fiscal McIntyre, que habían investigado mal el caso de Taunja y enviaron a prisión a la mentirosa de Laverne y a Sosnovske.

Keith Jesperson y un objetivo: evitar la pena de muerte
La confesión de Jesperson seguía la idea de ser sentenciado en un estado que no ejecutara la pena de muerte. Si lo extraditaban a Wyoming por el homicidio de Angela Subrize, la chica del tatuaje de Tweety, arriesgaba la vida, en cambio si lo juzgaban por el caso de Taunja en Oregon podría recibir prisión perpetua. El estado de Oregon también tenían vigente la pena capital pero no se ejecutaba desde inicios de la década de 1960.

No fue tan fácil que los policías y el fiscal que habían logrado la condena de Sosnovske y Pavlinac por el crimen de Taunja reconocieran que se habían equivocado. Jesperson se ofreció a llevar a la Policía al lugar donde había arrojado la cartera de la chica, algo que Laverne Pavlinac no había podido hacer. Cuando lo trasladaron, les proporcionó información sobre el cuerpo y su posición, detalles que nadie más que el asesino y la Policía podían conocer. La cartera estaba donde dijo y la recuperaron, con los documentos de Taunja.

Mientras tanto, se resolvió que Laverne Pavlinac y Keith Jesperson se someterían al detector de mentiras o polígrafo que sería operado por el FBI. Los resultados de las pruebas indicaron que Pavlinac decía la verdad cuando negó haber matado o ayudado a matar a Taunja, y que Jesperson era sincero cuando afirmó que la había estrangulado. Las pruebas también demostraron que Jesperson y Pavlinac no se conocían.

El 27 de noviembre de 1995, luego de cumplir más de cuatro años de prisión por un delito que no cometieron, Laverne Pavlinac y John Sosnovske fueron liberados de prisión. Jesperson, supuestamente, lloró cuando se enteró de su liberación.

Keith Jesperson continuó con sus confesiones
“Estaba Cynthia Lynn Rose, una prostituta que trabajaba en la autopista 99 cerca de Turlock, California. También Laurie Ann Pentland, una prostituta que estaba en la parada de camiones de Burns Brothers, en Wilsonville, Oregon...” Su reconocimiento de los crímenes fueron de esta forma: «Y una tal “Bobbie” en Oregón, 27 de octubre de 1992; “Lynn” en Nevada, enero de 1993; “Susan” en Oklahoma, enero de 1993; “Linda” en Washington, marzo de 1993; “Sunny” en Arizona, abril de 1993; una chica que no supe el nombre, en Idaho, abril de 1993; “Carrie”, en Idaho, noviembre de 1993; “Karen”, en Georgia, febrero de 1994; “Carol” en Nevada, febrero de 1994». En total, dijo, fue responsable de al menos 185 asesinatos en todo Estados Unidos.

   

El jueves 2 de noviembre de 1995, el juez Donald Londer, lo condenó a su primera perpetua por el homicidio de Taunja Bennett. Luego recibiría tres perpetuas más en diferentes estados por las muertes de Winningham, Angela Subrize y Laurie Ann Pentland. Pero su caso sigue abierto y debe responder por otros cinco casos comprobados.

En abril 2022, se logró identificar a una de sus tantas víctimas que no tienen nombre. Se trata de Patricia Skiple, a quien estranguló en mayo de 1994 y tiró a la vera de la ruta 152, cerca de Gilroy, al sur de San Francisco.

Melissa Moore era apenas una adolescente cuando se enteró de que su padre era el “asesino de la carita feliz”. Su madre, Rose, reunió a los hermanos en el sótano de la casa de su abuela, donde vivían después del divorcio, para contarles que el padre estaba preso por asesinato. Melissa, con los años, escribió un libro “El silencio destrozado”, sobre el horror de descubrir quién era su padre. Para ella, las penas de perpetua no son apropiadas para él. “Creo que mi padre merece la pena de muerte por lo que hizo”, afirmó.

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