
Proteccionistas llevan a la Justicia al joven que abandonó a dos perros y fue escrachado en las redes
PolémicaEl hecho quedó registrado en video y las organizaciones exigen una sanción ejemplar.
A Matthieu Moulinas lo liberaron porque consideraron que no era una persona peligrosa. “Sáquele los videojuegos y la marihuana y todo andará bien”, reportó un psiquiatra. La familia se mudó. El adolescente cambió de colegio y volvió a atacar. La muerte de una niña de trece años que conmovió a Francia en 2011 y las medidas que tomó el primer ministro de ese país a raíz del caso
Agnes Marin tenía 12 años y estaba por empezar la secundaria cuando sus padres, Frédéric y Paola, decidieron alejarla de las malas influencias de su colegio parisino y se mudaron a una tranquila ciudad en el sur de Francia, Chambon-sur-Lignon. Buscaban para su hija, nacida el 26 de noviembre de 1997, un entorno tranquilo con un buen grupo de amigos. La inscribieron en el internado mixto y privado College Cévenol, ubicado en un entorno natural en las afueras de la ciudad. Agnes, que era una excelente estudiante, soñaba con convertirse en directora de cine.
Pero la palabra futuro no existiría para ella.
El peligroso pasado de un nuevo amigo
En el internado, Agnes (13) se relacionó con nuevos compañeros de todas las edades. Uno de esos 60 residentes como ella era el adolescente Matthieu Moulinas (17).
Lamentablemente, había cosas muy graves que todos los jóvenes alojados allí desconocían sobre él.
Matthieu venía de vivir en Nages-et-Solorgues, en Gard. Se había mudado al lugar con sus padres, Sophie (quien trabajaba en la parte contable de una clínica) y Dominique Moulinas (docente de ciencias sociales), y sus dos hermanas menores, Margaux y Zélie.
Los Moulinas también venían en busca de tranquilidad, pero por un motivo muy distinto: Matthieu había cometido un delito aberrante.
El año anterior, el 2 de agosto de 2010, Matthieu había llevado a su amiga Julie, de 15 años, a un bosque de pinos con la promesa de devolverle 10 euros que le debía. Era un plan urdido para violarla. Previamente había preparado la zona: había subido la arbolada cuesta y había dejado allí cordones de zapatos que iba a utilizar para atar sus muñecas a un árbol, un consolador de sus padres y uno de los cuchillos de cocina de su madre. Una vez que se sintió seguro de que nadie los vería, procedió a atacarla. No la ató al árbol como había pensado sino que la amenazó con el cuchillo y abusó de ella con el vibrador. Lo que más deseaba era torturarla, pero su inexperiencia en el delito le jugó en contra. La madre de Julie justo la llamó por celular y eso desbarató el siniestro plan. Matthieu optó por liberarla. Todos saben hoy que sin ese llamado, Matthieu la habría matado.
Esa misma noche los padres fueron con Julie a hacer la denuncia de lo ocurrido.
Matthieu sale escoltado por policías bajo una manta el 18 de junio de 2013 en Le Puy-en-Velay. En 2010 había violado de una compañera de colegio y se encontraba bajo libertad condicional cuando atacó y mató a Agnes Marin (AFP)
El error profesional fatal
Al día siguiente, mientras Matthieu y su familia estaban subiendo al auto las valijas con las que se irían de vacaciones, llegó la policía. Sophie y Dominique escucharon sorprendidos cuando las autoridades le preguntaron a Matthieu dónde estaba el cuchillo con el que había amenazado a su víctima y él contestó con precisión y sin titubear “en el cajón de la cocina”. La siguiente pregunta fue dónde había puesto el consolador que había utilizado en el aberrante hecho. Otra vez él respondió con seguridad: lo había devuelto al cuarto de sus padres.
Fue inmediatamente arrestado, confesó los hechos y lo llevaron a la cárcel.
Su familia estaba en completo estado de shock. Su mundo había dado una vuelta de campana. Sophie contaría después: “Estaba horrorizada. Me pregunté qué visión tenía él de las mujeres para hacer eso. Era insoportable”.
Lo cierto es que sus padres prefirieron pensar que lo que había ocurrido había sido el resultado de una noche desenfrenada en la que había tomado de más y fumado marihuana. Intentaron bucear en esas sustancias la causa de su conducta depravada.
Luego de pasar poco más de tres meses en la cárcel acusado de violación y de utilización de un arma, fue liberado bajo palabra. El 26 de noviembre de 2010, en base a lo que dijeron los expertos, el juez consideró que el joven podía ser rehabilitado. Lo liberó con dos condiciones: que hiciera terapia periódicamente y que dejara la zona de Gard y su colegio. Los cuatro profesionales que hicieron las pericias psiquiátricas estuvieron de acuerdo en que Matthieu esperara el juicio en libertad, estudiando y llevando una vida vigilada por sus padres. Veían que los Moulinas eran padres preocupados y que hacían muchos esfuerzos por educar correctamente a sus hijos. Matthieu no podría estar en mejor lugar que bajo su supervisión.
En su reporte el psiquiatra Claude Aiguesvives escribió: “Nosotros consideramos que esta persona no es peligrosa”. Luego llamó a Dominique Moulinas y le aconsejó: “Sáquele los videojuegos y la marihuana y todo andará bien”. La decisión de las autoridades sería un error trágico.
Sus padres eligieron trasladarse al sur de Francia y lo anotaron en el único de los diecisiete colegios de la zona que lo aceptó: College Cévenol, en la apacible ciudad Le Chambon-sur-Lignon.
Bajo la idea de que no había que estigmatizarlo, sus supervisores judiciales no informaron con detalle a las autoridades del colegio lo que había sucedido. Estas solo sabían que había tenido problemas que involucraban “actos sexuales”. Por otro lado, el psiquiatra al que debía concurrir, no hablaba muy bien francés y solo tuvo dos consultas con él. Tampoco era un experto en casos de abuso y violencia adolescente.
Hongos, violación y muerte
Agnes Marin, a la que sus padres habían querido poner a resguardo de los peligros de París, no estaría protegida por nadie en la nueva ciudad elegida. Era la misma en la que había caído el perturbado Matthieu Moulinas mientras todos minimizaban sus problemas mentales.
Desde el comienzo, Matthieu demostró ser un alumno rebelde. Se vestía con un estilo gótico, recurría a las drogas que robaba en farmacias de la zona y tenía pésimas notas. En 2011, luego de descubrir que había visitado sitios pornográficos por Internet, el colegio amenazó con suspender su matrícula. Pero esto no se terminó concretando porque hacia fines de ese verano él pareció mejorar su conducta. Nadie leía con agudeza la mente oscura de Matthieu.
El miércoles 16 de noviembre de 2011, diez días antes de cumplir los 14 años, los sueños de Agnes Marin fueron arrancados de cuajo. Matthieu, alumno de su mismo colegio, la invitó a caminar y pasear por el bosque cercano a la institución. El joven pretendía buscar hongos salvajes alucinógenos. Eso le dijo. Se adentraron en el bosque y fue entonces que el adolescente reveló lo que realmente quería hacer. Como con Julie, cuando estuvo seguro de que no era visto por nadie, procedió a atacarla: “Le até las manos a la espalda, la amordacé con un keffiyeh (pañuelo típico palestino) y unas bufandas, pero no fueron suficientes, tenía que pensar en algo más… No se me ocurría nada, en todo caso tenía que hacerlo. La sujeté por la cabeza. Hubo golpes, penetración, mordidas, puñaladas…”.
La violó y la apuñaló 17 veces en el pecho y en la cabeza hasta matarla. Para que no quedaran rastros de su delito con combustible prendió fuego a su cuerpo y lo avivó con leña del lugar.
Esa tarde Agnes no volvió a clase. Cuando a la noche tampoco se sentó en la mesa para cenar sus compañeros se mostraron preocupados. Le avisaron al supervisor y, sin su autorización, comenzaron a buscarla por los terrenos cercanos al colegio. Matthieu fue con ellos. Pero algunos ya sospechaban de él: habían visto a Matthieu salir esa tarde solo del bosque intentando taparse la cara con una bufanda. Además, tenía la frente y la cara llena de rasguños. Era rarísimo.
Poco después el colegio avisó a los familiares de Agnes su desaparición. Con la denuncia comenzó una búsqueda frenética con 150 gendarmes y un helicóptero.
Dos días después la policía, enterada de los antecedentes de Matthieu y de lo que habían visto los otros alumnos, confrontó al adolescente quien terminó confesando el asesinato. Él mismo los condujo hasta el lugar dónde había dejado los restos calcinados de su víctima. Estaban a tres kilómetros del colegio. Peritaron la ropa de Matthieu y en su jean hallaron el ADN de Agnes.
Agnes Marin fue enterrada en París, en el cementerio Pére- Lachaise, el mismo día en que hubiera cumplido 14 años.
Repercusiones a alto nivel
La horrible muerte de Agnes sacudió los cimientos de la sociedad francesa. ¿Por qué las autoridades lo habían dejado libre antes de que se celebrara el juicio por Julie? ¿Cómo no había hecho la justicia un seguimiento de su conducta? ¿Sabía o no el colegio los pormenores de los hechos anteriores? Todos parecían tener responsabilidad en la muerte de Agnes Marin. Era época de elecciones y el asunto repercutió en las más altas esferas políticas. Las marchas ciudadanas por el malestar con este caso movilizaron a miles de personas. El Primer Ministro francés de entonces, Francis Fillon, anunció ese mismo año nuevas medidas por las cuales los detenidos juveniles por serias ofensas deberían continuar presos hasta el juicio y que los colegios a los que estos jóvenes quisieran ingresar debían tener toda la información disponible sobre los casos. No querían más Matthieus dando vueltas.
El 18 de junio de 2013 comenzó el juicio en su contra. El adolescente declaró con todo detalle los hechos, sin demostrar la mínima empatía por sus víctimas.
Entre el público estaba Solange Marin, abuela paterna de Agnes, quien dijo haber sentido escalofríos al escucharlo relatar cómo había torturado a su nieta durante una hora: “Te preguntabas qué movilizaba a ese joven, qué podía afectarlo. ¡Nada parecía haber dentro de él! No sé si es capaz de reír o de llorar, que después de todo serían signos de humanidad. Era insano y aterrador oírlo”. Un psicólogo lo describió como un joven que llevaba un eterno “invierno dentro de él”.
Diez días después fue sentenciado por la violación previa de Julie y por la violación seguida de muerte de Agnes Marin. Él mismo se describió como “un monstruo” para el que los otros no existen. Los psiquiatras encontraron en su personalidad una “indiferencia fuera de lo habitual y una distante frialdad solo centrada en sí mismo”. El acusado les dijo sin dudar que, si era liberado, lo volvería a hacer. “No es un deseo, es una certeza”, articuló. Solo se arrepentía de haber sido capturado. Esta vez los profesionales de la salud mental dijeron que tenía “el perfil de una personalidad psicótica, con una perversidad asombrosa y una peligrosidad aterradora”.
Sus abogados apelaron. El 7 de febrero de 2014, los padres de Agnes presentaron una denuncia contra el Estado por “culpa grave” con el fin de determinar responsabilidades. El 11 de julio de ese mismo año el College Cévenol cerró sus puertas definitivamente luego de 76 años de existencia para convertirse en un centro cultural. El 10 de octubre de 2014 la sentencia de Matthieu Moulinas fue confirmada.
En julio de 2015 el ex juez de instrucción que había liberado de Matthieu luego de la primera violación fue absuelto.
Padres “a perpetuidad”
Los padres de Matthieu primero reaccionaron recluyéndose en su pequeña casa ubicada en un cul de sac en esa pequeña ciudad a la que se habían mudado antes del crimen. A la prensa le dijeron en repetidas oportunidades que no querían hablar por respeto a las verdaderas víctimas. Pero unos años después, en abril de 2016, publicaron su experiencia de “ser padres de un monstruo” en un libro titulado Padres a perpetuidad.
Los padres de las víctimas reaccionaron furiosos. La edición les pareció oportunista y desubicada: “Encontramos la publicación de este libro un acto indecente (...) Los padres de Matthieu han pasado más tiempo en los medios en pocas semanas que nosotros en años por el asesinato de nuestra hija. Podríamos haber admitido este libro si hubieran donado el dinero a una asociación para protección de menores, pero no es así”.
En una entrevista los Moulinas admitieron que su hijo no había demostrado ningún remordimiento por sus hechos. Sophie reconoció que sus vidas se habían convertido en una pesadilla sin fin, que su hijo era un ser frío en todos los sentidos y aseguró que desde hacía años la ahogaba la idea de haber dado a luz a un ser que había cometido tan horrorosos crímenes. Pero admitió que, a pesar de todo, lo quería: “No puedo rechazarlo, es mío”. Del pasado como familia relató que ellos eran una pareja normal y que Matthieu, su primogénito, había empezado a hablar antes que el resto de los chicos de su edad y que era sumamente dócil y curioso. Pero recordó que en el jardín de infantes la maestra los llamó para hablar de algunas dificultades que había hallado en Matthieu. El pequeño, si bien tenía una inteligencia normal, sufría dislexia (alteración en la capacidad de lectura en la que se alternan o confunden las sílabas o letras), dispraxia (enfermedad psicomotriz que consiste en falta de coordinación de los movimientos) y disortografía (dificultades en la ortografía y la escritura). Sophie y Dominique se mostraron preocupados y comenzaron a deambular por neurólogos y psiquiatras infantiles. Nadie les habló de una enfermedad mental. Ni siquiera sus abuelos paternos, quienes eran los dos enfermeros de instituciones psiquiátricas. Todos les dijeron que con psicopedagogos y un poco de ayuda todo andaría bien.
Matthieu terminó la primaria con honores y sus padres creyeron que habían hecho bien la tarea. ¡Lo habían logrado, lo peor había pasado!
Pero no. Era exactamente lo contrario. Dentro de Matthieu crecía una necesidad que no comunicaba a nadie: lastimar a otros. Fue entonces que llegó la primera violación de su compañera Julie.
La madre de su primera víctima dijo en público que luego de lo ocurrido con su hija ella tenía el mal presentimiento de que ese adolescente terminaría asesinando a alguien. No se equivocó. Cuando le tocó el turno mortal a Agnes, no se sorprendió en lo más mínimo: “Sabía que volvería a suceder”.
El 24 de abril de 2017 un tribunal parisino condenó al Estado por “negligencia culposa equivalente a negligencia grave” por la liberación del adolescente que se convertiría en asesino y le otorgó a la familia de Agnes Marin una indemnización de 185.000 euros.
Fue el mismo convicto -ostenta el récord de ser el más joven en ser condenado a cadena perpetua en Francia- quien le dijo a su familia que no gastara más dinero en abogados, que se sentía bien en prisión.
Si bien toma hasta la fecha potentes drogas, los médicos aseguran que eso no lo convierte en alguien menos peligroso.
Matthieu, quien hoy ya tiene 29 años, ha repetido a lo largo de los años que los zombies lo buscan para atacarlo. A su abuela le preguntó un día, durante una visita a la prisión, qué significaba el “dolor”. Ella no supo cómo contestarle. Sintió que era imposible explicarle a su nieto algo que él jamás iba a poder entender.
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El intendente Carlos Munisaga destacó que el municipio mantuvo proyectos y otorgó aumentos con fondos propios.
Iluminación LED, mejoras en espacios públicos y reconocimiento al esfuerzo vecinal.
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Tini Stoessel y Rodrigo De Paul aparecieron juntos este martes en el Mutua Madrid Open. Los fotografiaron caminando entre la gente en la Caja Mágica y el video no tardó en volverse viral.