Día del Cartero: la historia de primer repartidor de correo de la Argentina

Un día como hoy, pero de 1771, el sevillano Bruno Rodríguez se convirtió en el primer cartero del país. No cobraba sueldo y trabajó un año para después volverse a España.

Historias 14 de septiembre de 2022 sanjuanhoy sanjuanhoy

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Cada 14 de septiembre se celebra hoy el Día del Cartero en la Argentina. ¿Por qué? Porque en un día como hoy, pero de 1771, Bruno Rodríguez, un sevillano que había llegado a esta parte del mundo, comenzó a hacer un trabajo que nunca nadie había hecho antes. Así, un español se convirtió en el primer cartero del país.

El proceso que desembocó en el oficio del cartero fue largo y tuvo sus complejidades. Y hubo otro español que mucho tuvo que ver para darle paso a un trabajo tan importante para aquel entonces.

Día del Cartero: una historia
En las inmensas y salvajes tierras de la colonia del Río de la Plata, las comunicaciones no eran nada fáciles. La ausencia de caminos y medios de transporte y la amenaza permanente de los pueblos originarios que querían defender sus tierras convertían a cada poblado en una isla.

En esa época, la ciudad de Buenos Aires era apenas una aldea, pero su reducido tamaño tampoco la ponía a salvo de los dramas de la incomunicación y las cartas se acumulaban porque no había despacho a domicilio ni manera de que el destinatario se enterara de que lo esperaba una carta.

Hasta que en 1767, cuando llegó a Buenos Aires el primer navío postal, el español Domingo Basavilbaso fue nombrado Administrador de los Correos Terrestres y Marítimos, “para mejor servicio del rey” y el Correo de Buenos Aires comenzó a funcionar en su casa de la que en la actualidad es la calle Perú, en el centro del la Ciudad.

Don Domingo era un comerciante emprendedor y afortunado. Poseía en la calle Perú, entre Alsina y Moreno, una de las pocas casas de dos pisos de la ciudad, con un mirador de vidrios de colores, un aljibe, caballerizas, cocheras y depósitos, todos lujos extraordinarios que asombraban a la gente.

Ese fue el primer edificio en el que funcionó el correo local y a partir de entonces, tres veces por año al principio y seis veces más tarde, salía de Buenos Aires un hombre a caballo hacia Chile, otro hacia el Perú y poco después, otro hacia el Paraguay.

Los trabajadores llevaban la correspondencia en una maleta de cuero, y en puntos determinados de antemano, la entregaban a otro “correísta” (así era como los llamaban a los antepasados del cartero). En el camino, cerca de los fortines, en cuanto era posible, fueron estableciéndose casas llamadas “postas”, cuyo encargado, o maestro, proporcionaba nuevas cabalgaduras al correísta.

En los meses de invierno, el camino de la Cordillera de los Andes, en que se encontraban algunas casuchas con leña y comestibles, tenía que hacerse a pie, con los retrasos y todos los peligros imaginables.

Las tarifas del correo para las cartas variaban según el peso, como pasó después, aunque eran mucho más elevadas. El correísta llevaba también dinero, pero en un principio todos los riesgos corrían por cuenta del remitente. El servicio de correos se perfeccionó poco a poco.

Así nació el cartero
En 1771, Basavilbaso implantó el servicio de carteros para llevar la correspondencia a los domicilios particulares de los vecinos de Buenos Aires y el 14 de septiembre de ese mismo año, nombró primer cartero a un sevillano, llamado Bruno Ramírez, que ejerció su cargo durante un año y después se volvió a España.

Ramírez no cobraba un sueldo, pero recibía medio real por cada carta o cada dos cartas entregadas a la misma persona. Para hacer más atractivo el cargo su sucesor tuvo una asignación de diez pesos.

En 1772, Basavilbaso se enfermó y su hijo lo remplazó en el cargo. Después lo sucedió otro español, Romero de Tejada, que fue dejado cesante al producirse la Revolución de Mayo. Los carteros recién tuvieron uniforme a partir de 1826, cuando así lo dispuso Bernardino Rivadavia.

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