Era gerente de un banco y dejó todo para enseñar cómo emprender nuevos negocios en América Latina

Marcelo López es contador público y dedicó más de 20 años de su vida al voluntariado en comunidades de bajos recursos. “Ellos creen que siempre van a ser pobres, por eso es vital capacitarlos sobre esa forma de pensar”.

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Marcelo López (64) es testigo de cómo el cambio de visión de una sola persona puede impactar en toda una comunidad. López es contador público, pero tiene la vocación de enseñar y, desde hace más de 20 años, viaja a las comunidades de bajos recursos de toda América Latina para dictar cursos gratuitos de microemprendimiento junto con su esposa, Silvia (59).


El matrimonio vive en Potrero de Garay, provincia de Córdoba. Ambos son voluntarios del equipo latinoamericano de Medical Ambassadors International, en el segmento de capacitación sobre microemprendimientos.

Según explicó López a TN, se trata de un “programa de evangelización integral que trabaja con las iglesias de cada comunidad. Sin intervenir en política, sin proselitismo religioso, aunque se comparte la Biblia”. El curso no es exclusivo para integrantes de la iglesia, sino para los líderes de la comunidad, y no se toman en cuenta sus creencias.

Haití, 1996: el llamado
Marcelo, en su carrera como contador público, fue gerente de capacitación en el banco más importante de Córdoba y también fue jefe principal del área de riesgo crediticio. Actualmente es jefe de trabajo práctico en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba.

Gracias a su experiencia en temas de economía, llegó a Medical Ambassadors International a través de sus conocidos, quienes les recomendaron sumarse al voluntariado en el primer proyecto que se llevaría a cabo en Haití. “La motivación fue que yo amo capacitar”, contó, pero terminó de convencerlo un video donde se mostraba la situación crítica que había en el país.

Una doctora argentina que trabajaba en un dispensario médico le preguntó si podía capacitar a su personal y él aceptó. “Eso fue un llamado. Sentía que yo debía estar allá. Estuvimos dos meses en la selva haitiana y allá afirmé mi llamado y mi vocación”, aseguró. En diciembre de 1996, para Navidad, Marcelo López, su esposa y su hijo viajaron a la isla. Desde entonces, visitó Haití en otras 10 ocasiones.

El segundo viaje tuvo como destino Venezuela. También han dictado capacitaciones en Cuba, República Dominicana, Nicaragua, Honduras, El salvador, Guatemala, México, Perú, Brasil y Argentina (en la localidad de Vicente López, Rosario, Córdoba, en la comunidad de la etnia guaraní, en Misiones).

El programa se desarrolla en localidades de bajos recursos, en comunidades indígenas (en Guatemala, por ejemplo), y se capacita a 15 líderes elegidos por la misma comunidad o por Marcelo. Las personas aprenden sobre la creación y administración de una empresa, y Silvia dicta talleres de microemprendimiento vinculados con el arte. A su vez, se desarrollaron cursos para niños emprendedores, como en el caso de Nicaragua, por ejemplo. “Trabajamos capacitando líderes en las comunidades. A veces se les llama los campeones de la comunidad, son personas, cristianas o no, que tengan talentos y comunicación para hacer cambios en su comunidad”, explicó.

El proyecto se basa sobre el “principio de la multiplicación”. El aprendizaje no se queda en los alumnos, sino que ellos comparten el conocimiento entre los suyos, los ayudan a explotar sus talentos, y así comienza la transformación de la localidad. En Haití, por ejemplo, existen microemprendimientos de agropecuarios, de artesanos, o solo de comerciantes.

Marcelo pudo ver los frutos de su trabajo de voluntariado cuando vuelve a visitar esos lugares. “Trabajamos con países que son de bajos recursos. Ellos creen que siempre van a ser pobres. Lo que genera esa capacitación es el cambio de su forma de pensar, y los lleva a producir. Hemos visto prosperar a muchísima gente”, destacó.

En 2023, tuvo la oportunidad de capacitar a 120 latinos, entre ellos, migrantes recién llegados, en Nueva York. Para el próximo año, planifica visitar Colombia.

En paralelo, la familia López tiene un programa dedicado a personas con discapacidad: instruyen a los líderes sobre ”la no discriminación de las personas con discapacidad, el derecho al trabajo, a la salud, a la fe”, de manera que se creen oportunidades para esta población en la comunidad.

Al mismo tiempo, Marcelo y Silvia se dedican a ayudar a otros a conseguir sillas de ruedas como una manera de honrar a su hijo, Felipe. “Nos dijeron que no iba a vivir más de dos años por una enfermedad y nunca caminó”, contó Marcelo. En la primera misión a Haití, el personal del hospital le regaló la primera silla de ruedas a su hijo, que tenía cinco años en ese momento. Felipe terminó la secundaria y vivió hasta los 25 años, y sus padres, como agradecimiento por esa primera silla de ruedas, continuaron buscando donaciones para que otras personas también tengan una.

“La esencia del amor es compartir”

Marcelo ama enseñar aunque no tenga un alto rédito, pero asegura que recibe “un ingreso intangible, que es la satisfacción de formar profesionales” para la Argentina.

Con la misma pasión dicta los cursos en el exterior y desea poder ayudar a muchas más personas. “Le doy muchas gracias a mi formación de contador publico y a mi formación en el banco. Todo eso que recibí lo tengo que compartir con otro, porque la esencia del amor es compartir. Tengo que compartir este talento. Cuando empezamos a hacer eso, se empieza a mover una rueda virtuosa, que es mejor dar que recibir. ¿Si todos nos ponemos en sintonía, sabés cómo cambia todo?”.

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