¿Qué le pasó a Hannah Wesche?: la misteriosa muerte de una nena de tres años que había quedado a cargo de su niñera

Hannah Wesche tenía tres años cuando el 18 de marzo de 2018 falleció en el Hospital de Niños de Cincinnati en Ohio, Estados Unidos. Había estado diez días internada producto de una situación que había ocurrido en la casa de Lindsay Partin, su niñera. Los 87 segundos fatales, las confesiones de una mujer, las desprolijidades del padre y una sentencia a cadena perpetua

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Jueves 8 de marzo de 2018. Son apenas pasadas las siete de la mañana cuando suena el teléfono de emergencias y un joven operador escucha la voz de una mujer que se identifica como Lindsay Partin (36). Advierte que hay una emergencia porque “ella (se refiere a Hannah Wesche de 3 años) colapsó”. Lindsay aclara que es la niñera de esa pequeña y pide que se apuren porque la menor intenta respirar. En el medio de la comunicación se la oye hablarle a Hannah, le dice que despierte al tiempo que por teléfono cuenta que “ayer se cayó realmente mal, pero yo pensé que estaba bien”. Minutos después se escucha llegar al padre de Hannah y su voz también queda grabada en esa frenética llamada: “¡Respira, respira! No entiendo qué le pasa…”. Lindsay intenta explicar lo inexplicable: “Ella entró a la casa y se desmayó”.

La conexión con el 911 dura trece minutos exactos hasta que llegan los paramédicos a la calle Shanks Road y la menor es derivada al Hospital de Niños de Cincinnati en Ohio, Estados Unidos, en estado desesperante.

 
Diez días después Hannah Wesche murió.

La policía no demoró en acudir a la casa de la babysitter donde ocurrieron los hechos. La situación era extraña porque segundos antes de perder la conciencia Hannah se había despedido de su padre Jason Wesche con un beso y había entrado caminando normalmente a la casa de su niñera. Según Lindsay ella llegó a decirle dos palabras, “doughnut” (rosquilla) y “couch” (sillón), antes de derrumbarse y golpear con fuerza su cabeza contra el cemento del garaje. Lindsay, asustada, la acostó sobre un sillón y llamó primero a Jason, quien todavía estaba cerca y, luego, al 911 de emergencias.

 
La policía no tardó en ir a observar el lugar donde había caído desmayada la pequeña y donde, según su niñera, se había estrellado estrepitosamente la tarde anterior, el miércoles 7 de marzo, al caer desde un pequeño tren de juguete. Según el detective Janee Lambert, quien habló tanto con el padre como con la niñera, Lindsay explicó que Hannah “podía ser muy traviesa”.

A los ojos de la mayoría de los investigadores el margen de tiempo entre su llegada y el desenlace era impactante.

Una madre adicta y un padre solo
Adrian Latham era adicta a la heroína y comerciaba con estupefacientes. Apenas quedó embarazada los médicos la pusieron bajo un tratamiento con metadona para salvar a la bebé que venía en camino. Tuvieron éxito y Hannah Wesche nació el 11 de enero de 2015. Había llegado al mundo con la misma adicción de su madre, pero había logrado sobrevivir.

Adrian terminó presa por sus recurrentes temas con las drogas y Hannah quedó a cargo de su padre Jason Wesche, quien ya tenía dos hijas con una pareja anterior. Cuando Hannah cumplió cuatro meses de vida Jason perdió su trabajo y llevó a Hannah a vivir con su hermano Jeremy. A falta de más lugar donde quedarse, Jason se quedó durmiendo fuera de la casa, en su propio auto. Esta etapa compleja y difícil duró casi dos años hasta que él encontró un empleo fijo en la construcción en la ciudad de Hanover. Rentó una casa en la calle Shank Road, pero tenía que resolver qué hacer con Hannah mientras él trabajaba. Necesitaba que alguien se hiciera cargo de ella durante las doce horas que él estaría fuera.

En la misma calle, en el número 4050, vivía Lindsay Partin con sus dos hijas (Vivian, de 4, y Savannah, 3) y su pareja desde hacía mucho tiempo Timothy J. Smith quien también trabajaba en la construcción con Jason. Fue Timothy quien le habría sugerido a Jason que Lindsay cuidara de Hannah. Ella no solo estaba a cargo de sus hijas sino también tenía durante el día a otra menor llamada Kaelynn Lewis. Jason aceptó la oferta. Esa mujer bajita, de un metro cincuenta, rubia, sonriente y con estudios en educación preescolar, parecía una persona apta, una madre dedicada y experimentada. Además, trabajaba como bibliotecaria y vendedora de productos Mary Kay. Arregló pagarle a la niñera 30 dólares la hora y comenzó a dejar a Hannah en su casa, en julio de 2017, a las 7 de la mañana. La recogía al regresar de su jornada laboral. Hannah se quedaba con tres chicas de su edad para jugar. Parecía la solución perfecta.

La babysitter que extravió la paciencia
Lo cierto es que Lindsay, al principio, se había resistido a la idea de Timothy de cuidar a una pequeña más, ya tenía a cargo a tres niños y le pareció mucho. Pero él la convenció y el dinero les venía bien. En julio de 2017 empezó a ser la niñera de Hannah Wesche de lunes a viernes. La tenía con ella entre ocho y doce horas diarias. Unos días después de empezar a ocuparse de ella, posteó en su Instagram una foto de Hannah y debajo escribió: “Bienvenida dulce Hannah”.

Lindsay tenía mucho trabajo con las cuatro chicas. A Hannah no solo le daba de comer, muchas veces también lavaba su ropa, la bañaba y la llevaba a clase de danzas. También, ante la ausencia de madre, decidió ocuparse de “educarla” bajo su propia idea de disciplina. Aunque Jason se atrasaba con los pagos, esa rutina se llevó a cabo normalmente durante ocho meses. Hasta que el 8 de marzo de 2018, a segundos de haberla dejado a su cargo, Jason tuvo que volver porque su hija se había caído y ya no respiraba.

Luego se supo que durante esos mismos meses de intenso trabajo con las chicas, Lindsay también había enfrentado problemas personales. Unas semanas antes de lo ocurrido con Hannah había tenido un aborto espontáneo. Eso la tenía mal. Además, su relación con Timothy estaba en su peor momento.

En todo ese tiempo hubo algunos accidentes “menores” con la pequeña Hannah. Un día mientras ella jugaba en la entrada de la casa con Vivian, una de las hijas de Lindsay, se cayó sobre las piedras. Cosechó una profunda herida en su mentón y un ojo negro. Otra vez, Hannah se paró sobre un juguete con ruedas y cuando estas se salieron de su eje ella cayó golpeándose la cabeza contra el piso. La paciencia de Lindsay Partin se agotaba. Por eso esa mañana del 8 de marzo cuando, según relató ella misma a la policía, Hannah apretó el pomo del ketchup en medio del baño y ensució todo, ella enloqueció.

Ya veremos cuanto.

MY5ZFX36S5B4PMSF2WAJKAWQGYLindsay con una de sus hijas. La mujer fue niñera de Hannah durante ocho meses. Hasta que el 8 de marzo de 2018, a segundos de haberla dejado a su cargo, Jason tuvo que volver porque su hija se había caído y ya no respiraba
 

Una historia poco creíble
Ya sabemos que Hannah había caído inconsciente instantes después de que su padre Jason la dejara con su niñera. ¿Cómo podía ser que una pequeña que entró caminando y hablando perfectamente estuviera rápidamente al borde la muerte? ¿Qué había pasado?

Desde el comienzo de la investigación y con los primeros informes médicos en las manos, los detectives estuvieron convencidos de que uno de los dos, la niñera o el padre de la menor, eran los responsables.

Ambos fueron inmediatamente interrogados mientras Hannah se debatía entre la vida y la muerte. Jason fue entrevistado en el mismo hospital donde estaba internada su hija. Lindsay, en cambio, en la estación de policía. Aceptó hablar sin tener un abogado presente. Luego de una hora y media de interrogatorio le permitieron volver a su casa con sus hijas, pero ella se dirigió al hospital para ver a Hannah donde le negaron la entrada.

Al principio, Jason Wesche creyó que su hija había tenido un aneurisma y que se recuperaría. Al día siguiente se llevó una terrible sorpresa. A las 9 de la mañana del viernes 9 de marzo detuvieron a Lindsay Partin en su casa y la noticia corrió como un reguero de pólvora hasta los oídos del padre de Hannah.

La angustia de Jason se convirtió en cólera, no podía creer lo que escuchaba. Hannah seguía en coma luego de varias cirugías con las que habían intentado descomprimir su cerebro retirando un pedazo de su cráneo.


Dave Latham, el abuelo materno de Hannah, se sentó al lado de su nieta mientras rezaba por un milagro que no ocurrió. Diez días después Hannah murió y Jason, quien admitió haber creado varias cuentas GoFundMe para recibir donaciones y poder criar a Hannah, sacó de allí los 10 mil dólares que costó el funeral de su hija.

El médico que revisó a la menor reveló con crudeza que el estado de Hannah era como si la hubieran arrojado con fuerza desde un segundo piso contra el concreto: “Fue un golpe masivo a su cabeza. Una herida extremadamente severa”.

Dicho así, lo que contaba la niñera parecía poco creíble. En los subsiguientes interrogatorios Lindsay cambió su versión de los hechos en siete oportunidades. Era llamativo. Además, terminó confesando haber sacudido a Hannah cuando ella derramó ketchup. Dijo haberle pegado un coscorrón en la cabeza y haberla empujado.

Para la policía era la culpable de la terrible lesión que derivaría días después en el fallecimiento de la menor.

Por otro lado, Jason Wesche pasó sin problemas las pruebas en el polígrafo. Según el detector no mentía.

Lindsay aseguró a un medio de prensa, luego de su condena, que los detectives le habían arrancado esa confesión. “Ellos me prometieron que no me separarían de mis bebés, pero ellas fueron arrancadas de mis brazos y llevadas a otra habitación” y, entonces, ella les dio diferentes escenarios de lo que podría haber ocurrido con Hannah. Los acusó de ser los que le habían sugerido que ella la había golpeado y zamarreado con fuerza porque la pequeña lloraba. Dijo que ella estuvo de acuerdo en decir que así había sido porque creyó que era lo que tenía que decir. Cuando le dijeron que la altura de la que cayó era porque ella la tenía alzada, volvió a asentir. “Siento que nunca les respondí voluntariamente (...) Yo quería que toda la situación terminara”.

Pero nada terminó porque diez días después Hannah murió y ella fue acusada de homicidio.

Cachetazos y pellizcos “aleccionadores”
Según fueron reconstruyendo los investigadores, apenas Jason dejó a Hannah, ella habría comenzado a gimotear. Después de que apretara un pomo con ketchup en el toilette, Lindsay furiosa la habría sacudido, golpeado y tirado al suelo.

Acá surge un dato interesante a tener en cuenta: Lindsay estaba convencida de que no solo tenía que cuidar a Hannah, sino que también como no tenía a su madre debía educarla. Y para ella la disciplina incluía el castigo físico. Por eso, cuando habló con los agentes reconoció abiertamente que le parecía bien pegar, pellizcar o zamarrear a una niña, eso era disciplinarla. Aseguró que Jason habría estado de acuerdo con sus métodos. También admitió haber dado trompadas en el mentón, golpeado en el pecho y en la cabeza a esa pequeña que solo pesaba catorce kilos y medio.

Lindsay Partin fue llevada a juicio en abril de 2019. Durante ocho días se escucharon todos los testimonios y se vieron todas las fotos.

El jurado escuchó como Lindsay había admitido sus abusos a la policía. En su confesión decía haber cacheteado a la pequeña en los días anteriores y haberla sacudido ese mismo día. Era la villana que había golpeado a Hannah hasta su muerte.

Fue clave que los doctores estipularan cuánto tiempo podía un chico hablar y caminar con normalidad luego de recibir un golpe fatal como el que había sufrido Hannah. Los profesionales del Hospital Infantil de Cincinnati fueron categóricos: no podría haberlo hecho más de unos cuantos segundos o quizá, como máximo, un par de minutos. Porque ese brutal golpe le provocó la hemorragia, la pérdida de consciencia inmediata y la muerte cerebral.

El fiscal les mostró una foto de Hannah, de los días previos al 8 de marzo, donde se la veía sentada en su silla para niños dentro del auto de su padre Jason.

En esa foto Hannah no tenía ninguna herida visible.

 
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Abran fuego contra el padre
La defensa de Lindsay apostó a dar vuelta el caso y apuntó sus cañones contra Jason, el padre: era él quien tenía que estar en el banquillo de los acusados. Para eso mostraron fotos del departamento desprolijo y sucio de Jason y del colchón donde dormía Hannah. En las fotos se veía el suelo cubierto de ropa, juguetes y restos de comida. Querían destruir su imagen paterna.

Sostuvieron que era un mentiroso porque no había dicho que, en esos días de los hechos, estaba quedándose en su casa un amigo suyo llamado Chris Davis, alguien que también podría haber sido considerado un sospechoso si la policía lo hubiera sabido. Además, señalaron que en su primera declaración Jason había mentido cuando dijo que la noche del 7 de marzo había ido con su hija a Walmart para comprar leche porque los detectives no habían hallado ninguna en su casa. Al final, Jason tuvo que admitir que había sido una confusión. De todos modos, la corte declaró que nada de esto era relevante en el caso. No importaba mucho dónde estaban Jason y Hannah esa noche ni que hubiera alguien durmiendo en la casa en los días previos ya que los médicos habían manifestado con certeza que las heridas que llevaron a la muerte de Hannah se habían producido segundos antes de su colapso.

Jasón se quejó con amargura de los dichos de la defensa de Lindsay Partin y remarcó que el hecho de que él fuera desprolijo no significaba de ninguna manera que le hubiera hecho daño a su hija. Que Lindsay era una manipuladora mentirosa y que él jamás había sabido que disciplinara a su hija de esa manera. Jason afirmó que no lo hubiera aprobado y reveló que su hija nunca le había dicho nada al respecto. Pero parece que Hannah sí se lo había confesado a su abuelo materno Dave Latham quien declaró en el estrado durante el juicio de la niñera. Dave sostuvo que, a pesar de que su hija Adrian estaba en la cárcel, él siempre iba a pasar los domingos con su nieta. Recordó que en una ocasión vio que “tenía lastimaduras en su pecho y cuando le pregunté por qué eran, ella dijo que había sido la babysitter”.

¿Le contó Dave algo a Jason? No quedó claro. Pero lo cierto es que las excusas de la niñera por las lastimaduras que sí vio Jason funcionaron y nadie tomó medidas de precaución.

¿Villana o inocente?
Lindsay trató de ignorar las cámaras que le enfocaban cada día durante su juicio, pero sentía que todos “me estaban juzgando en cada segundo”.

Por otro lado, salieron a la luz sus búsquedas en Google en el día previo a la caída mortal de Hannah. Ella googleó cómo tratar o cómo disimular lastimaduras. ¿Buscaba esconder lo que hacía con Hannah o, como quisieron dar a entender sus abogados, porque sospechaba de Jason?

Si bien su padre y su madre la apoyaron explícitamente y estuvieron en la sala donde fue juzgada, su ex pareja Timothy J. Smith (41), se negó a testificar. Ya la relación entre ellos había terminado, no habían vuelto hablar desde entonces y él estaba en su propia y oscura batalla. En septiembre de 2019 fue acusado de varios abusos y dos violaciones, una incluía a una chica de 10 años, ocurridas en mayo de ese mismo año. Se declaró culpable de una pena menor para salir beneficiado y fue preso. Los dos miembros de la pareja donde Hannah se había quedado mientras su padre trabajaba estaban tras las rejas. Nada había sido perfecto en la casa de Hannah desde que nació, pero tampoco había nada perfecto en la vida de la niñera Lindsay.

Por supuesto, la defensa de la acusada, sostuvo que las heridas mortales de Hannah habían sido producto de caídas anteriores y que Lindsay le había advertido al padre de Hannah que se había golpeado.

Para los entendidos, las heridas de Hannah claramente no habían sido causadas por un ordinario accidente infantil sino que constituían una clara manifestación de abuso infantil.

La asistente del fiscal Kelly Heile, escribió en el dictamen: “Todo porque Partin dice que ella tiró ketchup en el baño” y se podía seguir leyendo que ella administraba normalmente castigos corporales, por ello después del incidente del toilette, con rabia había adoptado medidas disciplinarias físicas.

El jurado deliberó a lo largo de doce horas antes de declararla culpable. Fue sentenciada a perpetua sin posibilidad de salir bajo palabra antes de cumplir 18 años de cárcel efectiva. Fue encerrada en una celda de tres metros por uno y medio.

Al terminar el juicio, Jason tuvo la oportunidad de decir unas palabras. Mirándola a los ojos aseguró no poder expresar con claridad la rabia que tenía: “Deseo y rezo para que cada día tengas en la cárcel el mismo tratamiento que le diste a mi hija”.

La corte de apelaciones confirmó su condena en septiembre de 2020. Los abogados de Lindsay fueron hasta la Corte Suprema de Ohio, pero el pedido de ser escuchada no prosperó. Debe seguir presa en el Correccional Dayton de máxima seguridad.

En 2022, tres años después de haber sido condenada, Lindsay con 41 años dio una serie de reportajes al medio británico Metro, desde la prisión, donde reveló que añoraba los abrazos a sus hijas quienes hoy tienen 9 y 10 años: “Amo y extraño a mis hijas, me duele mucho”. Aseguró no merecer la cárcel porque ella no cometió ese crimen y apuntó una vez más contra el padre de Hannah.

¿Una foto reveladora?
A pesar de todo Lindsay Partin tiene sus defensores. Sus padres, sus familiares, sus viejas amigas, sus compañeras de colegio y un grupo nutrido de desconocidos que creen que su encarcelamiento es injusto. Su prima, Karin Partin, afirma que Lindsay es un ser incapaz de abusar de un niño. Por eso abrió una página de Facebook llamada Lindsay Partin Is Innocent, en la que tiene unos 1200 seguidores, para promover que el caso sea revisado y así poder demostrar su inocencia. Algunos sostienen que la policía no investigó bien, que tanto Jason como su amigo debían haber sido investigados y esgrimen que la otra pequeña que Lindsay cuidaba desde hacía un año y medio, Kaelynn Lewis, no había tenido jamás ni un moretón. Así lo atestiguó la propia madre de la menor quien también fue evaluada por dos doctores que no hallaron en ella signos de abuso. Por otro lado alegan que Jason no le había comunicado a Lindsay que Hannah había nacido adicta a la heroína y que padecía Hepatitis C, lo que podría haber puesto en peligro a las otras menores. También asegura que tendrían que haberle dado entidad al hecho ocurrido el 5 de marzo: Lindsay con su madre Stacy habían llevado a Hannah a danzas, pero la menor no había querido participar porque tenía fuertes dolores de cabeza.

En la entrevista, reveló haber descubierto una foto que podría probar su inocencia. Su esperanza radica en una imagen que Lana Oriana, quien maneja el canal de YouTube Truth & Transparency (Verdad y Transparencia), compartió. Era una foto que descubrió en Facebook, de cuando Hannah cumplió un año. Está con el torso descubierto y pueden observarse dos moretones oscuros en su pecho. Está claro que en esa época Lindsay todavía no estaba en la vida de Hannah. La foto podría ser el pasaporte para un nuevo juicio y la libertad de Lindsay porque esos moretones serían la prueba de que Hannah sufría maltratos desde mucho tiempo antes.

Pero aquí también hay considerandos. ¿Es esa foto verídica? ¿Puede haber sido trucada? Por otro lado, el canal de Oriana tiene serios pedidos para ser removido de la plataforma porque muchos aducen que su información es falaz, poco fiable, irrespetuosa y fraudulenta. Pero, de tomar la imagen como cierta: ¿quién dejó esos dos hematomas negros en el pecho de la bebé? ¿Podría haber un error y que el verdadero abusador hubiera sido el padre y que los médicos se hubiesen equivocado con los tiempos de la mortal lesión cerebral? O, peor todavía, ¿podría ser que la menor hubiera sido abusada físicamente no solo por su niñera sino también por su padre en su propia casa?

Misterios aparte, la confesión de Lindsay, voluntaria o no, fue clave en su aterrizaje en prisión.

Las claves de su condena
Lindsay contó en esos reportajes que dio el medio inglés que la primera vez que vió a Jason Wesche, él tenía la ropa sucia y que la de Hannah estaba en pésimo estado. Recordó que la pequeña tenía la cara sucia con salsa de fideos y que se notaba que la familia la estaba pasando mal económicamente. Aseguró que, mirando hacia atrás, había señales de que algo andaba mal con Hannah. Tenía frecuentes dolores de cabeza que habían empeorado en los últimos días y se había caído varias veces.

“Nunca pensé que iba a ser condenada. (...) Recuerdo haber mirado a mis padres. Mi mamá me tiró un beso por el aire y mi padre levantó su mano como diciendo te tengo, ya lo arreglaremos. (...) Yo no lastime a Hannah, nunca. Eso no es lo que soy. No merezco esto”. Y agregó: “Tengo que salir de aquí antes de que mi madre muera y de que mis hijas olviden quién soy”.

Está convencida de que su sentencia tiene mucho que ver con el hecho de que Jason Wesche no fallara nunca en el detector de mentiras -él pasó varios tests con éxito-. También se la endilga al hecho de que el jurado hubiera visto las tremendas fotos de la autopsia de la víctima. “Fue devastante para mí ver las fotos. Era una pequeña a la que quería tremendamente…”, aseveró. Obviamente el medio Metro habló con Jason Wesche sobre los dichos de la convicta a lo que él respondió brevemente: “Miente, como siempre”.

No hay perdón, pero hay dudas
La familia de Lindsay lleva gastados más de 75 mil dólares en honorarios de abogados. Dicen que era todo el dinero que tenían. El caso se ha convertido en el foco en las redes de muchos aspirantes a detective y de bloggers militantes del true crime que quieren probar si es inocente o culpable.

Las familias Wesche y Latham desean evitar que ella salga de prisión. Dave Latham asegura que “no hay dudas” de que Lindsay lo hizo. Y Jasón resumió: “La babysitter la abofeteó y ella cayó y golpeó contra el suelo de concreto del garaje. Así se lo dijo a la policía. Nunca la podré perdonar. No soy este tipo de hombre. No me vengaré en este mundo, pero lo haré en el próximo. Aunque vaya hasta las profundidades del infierno por ello (...) confié mi hija a Lindsay y ella la mató. El dolor nunca se irá y debo enfrentarlo cada día. Es verdad, mi casa no estaba limpia y no siempre tenía leche, pero ¿qué tiene que ver eso con nada? Ella se lo dijo a la policía. Ella debe estar presa. Está donde debe estar. Espero que pasé ahí el resto de su vida y nunca salga”.

Adrian, la madre de Hannah, también hizo llegar sus palabras durante el juicio: “La noche en que Hannah murió, murieron partes de muchas otras personas. En una noche perdimos la esperanza y el futuro. Yo nunca amaré ni sonreiré de la misma manera desde esta tragedia (...) Mi valiente hija se fue y yo siempre extrañaré a Hannah Jade con cada fibra de mi ser”.

*

Esa mañana fría de marzo la vida cambió para siempre para las familias Wesche y Partin.

El cráneo de Hannah golpeó contra el suelo y su cerebro se apagó de inmediato.

La vida por un poco de ketchup derramado.

Solamente Lindsay Partin sabe realmente cómo sucedieron las cosas.

Hannah había estado en su casa durante 87 segundos.

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