Terminó la tercera temporada de “Succession”, un cierre sensacional para la gran serie de esta época

Otro final de ciclo explosivo para la historia de los Roy, el rey y los herederos de un poderoso conglomerado mediático. Entre la sátira, la comedia y el culebrón salvaje, con personajes mejorables que ya están en la historia. Nominada líder para los próximos premios, ya tiene asegurada una cuarta temporada. Nota con spoilers.

Espectáculos - Entretenimiento 18 de diciembre de 2021

suseccion

All the Bells Say, el noveno y último capítulo de Succession la serie de Jesse Armstrong, estrenado en la noche del domingo, le da sentido a toda la temporada. Una especie de clase magistral, como lo es toda la serie, de actuaciones, texto y puesta en escena. Ahí, llevada a su máxima expresión: en algo más de una hora, se cierra también un ciclo. Una época dentro de la gran serie de esta época.

Los nueve (uno menos que las dos primeras temporadas) capítulos de esta tercera entrega la tuvieron difícil. Es que la temporada dos, una de las cosas más divertidas y conmocionantes que ha dado la tele en los últimos tiempos, dejó la vara muy alta.

Este cruce de sátira feroz al mundo de las corporaciones mediáticas y culebrón familiar shakesperano, propone a un Rey Lear de la era Trump, Logan Roy (Brian Cox, el actor escocés famoso, precisamente, por su Lear, en la Royal Shakespeare Company) como una especie de Rupert Murdoch. Los creadores, con Will Ferrell como productor ejecutivo, dicen que se inspiran en Murdoch, en las alianzas de Disney y en todas las noticias de un mundo corporativo cada vez más concentrado.

El iracundo Logan, legendario dueño de un imperio mediático (Waystar Royco) por cuyo control pelean sus cuatro hijos, es el planeta alrededor del que orbitan propios y ajenos. Con la misma cámara en movimiento constante, los diálogos punzantes, hirientes como cuchillos afilados, y la intensidad de una comedia muy salvaje, la última temporada abrió allí donde Kendall Roy (Jeremy Strong), el hijo señalado para continuar a Logan, que rompió todo para denunciar los manejos turbios de la compañía, está armando su propio equipo para dar pelea. En el departamento de su ex mujer. Y convertido en el enemigo de “los Logan”, pues sus hermanos quedaron del lado del padre.

Son personajes memorables interpretados por un puñado de actores brillantes. Y llevan tiempo formando parte de nuestro universo sentimental. Vemos sus idas y vueltas en un estado a flor de piel: las reacciones de los espectadores reunidos frente a la pantalla, a los gritos ante determinadas escenas clave de algunos de ellos, acompañaron la historia desde las redes sociales. Los principales: el primo Greg (Nicholas Braun), Roman (Kieran Culkin, estallado), el ninguneado Connor Roy, el mayor de los hermanos (Alan Ruck), la manipuladora Shiv (Sarah Snook), y su marido Tom (el fantástico Matthew Macfadyen).

Desde ese arranque de la tercera, hubo al menos dos capítulos centrados en problemas de salud de Logan. Uno en la obscena fiesta de cumpleaños 40 de Kendall, en el que su euforia maniática empezó a registrar los nubarrones de una depresión. Todo lo que sube baja. Acaso, convertirse en soplón de los suyos, con el FBI allanando las oficinas de Waystar Royco, era mucho para su alma sensible. Además, los accionistas (como el excéntrico Josh que interpretó Adrien Brody) están preocupados por la pelea familiar.

Si no fueron todos los primeros capítulos tan placenteros y creativos como en la extraordinaria segunda temporada, lo mejor estaba por venir. Capítulos que funcionaron como potentes comentarios políticos: los vínculos entre el poder económico y la libertad de prensa, con la familia interviniendo en la línea editorial de sus noticieros, o las reuniones en las que sin medias tintas deciden quién será el próximo presidente de los Estados Unidos.

Más adelante, una especie de Elon Musk (Alexander Skarsgard) propone comprarle la compañía a Logan, al revés de lo que Waystar estaba trabajando para lograr. Mientras la imposible mamá de los niños Roy se casa, en un palazzo de la Toscana. Y hasta se instala cierta especulación trágica de que Kendall podría morir. “Cuando nos sentamos a tirar ideas, nada está fuera de la mesa”, dijo el creador, Jesse Armstrong, a Variety, el día después del final.

Las uniones forzosas —toda esa gente elegante en una boda—, llevan a nuevas alianzas, en medio de las tormentas de mergers&acquisitions. Y también, a nuevas traiciones. Un tablero de ajedrez preparado para volver a empezar el juego, otro juego, en la cuarta temporada ya anunciada.

Además, hay espacio para confesiones que llevaban tiempo agazapadas, esperando para salir, como la que tiene lugar entre los hermanos, en una de las escenas más emocionantes de toda la serie.

“Yo sabía que esa escena iba a suceder —dijo Armstrong—. Y sabía lo que iba a pasar con Tom y Shiv en el final. Pero el final de la segunda temporada había sido muy bueno y este me provocaba mucha ansiedad. Sabía que teníamos algo bueno, pero luego hay una parte en la que se trata de ejecutarlo. Lo reescribí varias veces, porque es difícil hacerle decir a alguien algo que no quiere decir. Y sentí que llegamos a encajar todos los ladrillos en su lugar, para que se sintiera verdadero, psicológicamente real. Luego, el gatillo lo tenía Jeremy (Strong) en sus manos, en el momento. El lograr que sus hermanos respondieran con verdad era un desafío. Fue difícil, pero muy excitante, porque estaba escribiendo para todas estas personas brillantes”.

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