El joven argentino que se graduó en Ingeniería Espacial y consiguió el trabajo de sus sueños

Nicolás Conde cuenta que se enteró por casualidad de la existencia de la carrera y cambió su destino. Sorprendió al confesar que no quiere ser astronauta. “Mi objetivo es construir naves espaciales”, reveló

Historias 17 de enero de 2023

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Hace casi siete años Nicolás Conde miraba un partido de Racing, equipo por el que hincha desde chico, y en el entretiempo captó su atención una publicidad sobre Ingeniería Espacial. En ese entonces estaba en quinto año de la secundaria, y todavía estaba indeciso sobre qué rama iba a estudiar de la profesión que le apasionaba desde la adolescencia. Las dudas desaparecieron cuando investigó más el plan de estudios y tuvo las primeras clases introductorias. En noviembre de 2022 alcanzó la meta y además sentó precedentes: a los 25 años, se convirtió en el primer ingeniero espacial de la Argentina.

Graduación y emoción

 
El joven oriundo de Villa Luro se graduó en la Escuela de Ciencia y Tecnología (ECyT) de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), después de defender su tesis y obtener un 10 como calificación final. Es el segundo de cuatro hermanos, y el único al que le gusta esta rama de la ciencia. “Mis papás no se esperaban para nada que me quiera dedicar a esto, pero me apoyaron desde el día uno y el día que me recibí estaban todos llorando; hasta mis abuelos pudieron ir y era todo emoción”, relata Nicolás en diálogo con Infobae.

Durante la infancia hubo algunas señales de que este sería su camino, pero confiesa que estaba un poco indeciso porque si hay algo que lo caracteriza es que cada vez que aprende algo, quiere saber lo más que pueda, y no se definía por una orientación específica. “Siempre me gustó física y matemática, y de chico me gustaba inventar cosas; andaba buscando qué cosas inventar, o si se rompía alguna canilla trataba de arreglarla”, recuerda sobre la curiosidad y la inquietud que manifestaba en la niñez.

No puede atribuir a algo en particular qué fue lo que despertó su deseo de ser ingeniero, pero sabe que fue alrededor de los 13 años. “Empecé la técnica en automotores porque me gustaban los autos, pero con el objetivo de seguir después Ingeniería Mecánica, hasta que me terminó salvando la Ingeniería Espacial, porque a mí me gustaba todo: teníamos una materia de electrónica, y yo me quería dedicar a eso; después teníamos una materia de mecánica y me parecía que quería seguir eso”, reconoce con humor. Y agrega: “Era un problema, y terminé entendiendo que Ingeniería en Sistemas consistía en dedicarse a todo eso junto, de una forma más general y dije: ‘Es lo mío, nací para esto’”.

Primero pensó en Ingeniería Naval o en Aeronáutica, pero luego de enterarse de que podía ser ingeniero en sistemas espaciales, pegó el volantazo definitivo. “Me gustaban los motores de barcos, pero me apasionó tanto esto que lo dejé de lado, y ahora me gustan los motores de cohetes”, cuenta entusiasmado. En definitiva, todo lo que despertaba su interés tenía algo en común: los aspectos técnicos combinados con la creatividad que se requiere para cumplir con la misión de resolver problemas.

Racing y la conquista del espacio

“Venía buscando, y sabía que la carrera existía en otras partes del mundo, pero acá todavía no. Encontré la currícula de Ingeniería Aeroespacial en España y me encantó, las materias, a qué apuntaba; me voló al cabeza pero acá no se podía estudiar, y no tenía posibilidades de irme a afuera”, explica sobre la cronología que comenzó a sus 18 años. Nunca mejor dicho, revela que “los planetas se alinearon” y la oportunidad apareció frente a sus ojos cuando miraba la tele en medio del partido de La Academia.

“Surgió justo en ese año que salió la carrera en la Unsam. Fuimos con mi viejo, que me me acompañó para anotarme y ahí arranqué”, rememora. Cabe aclarar que actualmente también se dicta la carrera de Ingeniería Aeroespacial en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), y que este año también tuvo su primer graduado, el joven platense David Williams. Cuando Nicolás empezó a ir a las clases se fue fascinando con las actividades: talleres de cohetería, cursos de programación, de electrónica, charlas con profesionales de la industria que les explicaban cuáles podrían ser sus roles en el ámbito laboral.

“Fue fundamental que tuve materias específicas desde el primer día, entonces ya me iba dando cuenta si me gustaba o no. Hay otras ramas de ingeniería donde capaz pasan tres años hasta que te das cuenta si es lo tuyo”, reflexiona. También le dedica palabras de admiración a su director de carrera, Roberto Yasielsky, quien estaba al frente del curso de “Introducción a la Ingeniería en Sistemas Espaciales”, y fue el primero que le enseñó sobre historia espacial argentina. “Como él fue socio fundador de Conae (Comisión Nacional de Actividades Espaciales), tiene una cantidad de conocimientos impresionante y cuando supe más nació el sueño de trabajar algún día ahí”, expresa con ilusión.

Hace una aclaración y admite que la gran mayoría de alumnos al principio desea entrar a la NASA (La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio). “Pasa por el mismo desconocimiento que hay sobre el tema, y por no saber de todo lo que somos capaces con nuestra industria nacional”, asegura. Otras experiencias como los proyectos extracurriculares hicieron que crezca su pasión, como por ejemplo, ir a dar charlas con cohetes de agua a escuelas primarias y secundarias. “Nos gustó mucho porque a los chicos cuando les contás estas cosas les encanta, se ponen locos y terminan todos fascinados en los talleres”, argumenta Conde.

La mayoría de las actividades implicaron trabajo en equipo, tal como luego sucedería en los puestos de trabajo, y forjó una fuerte amistad con cinco de sus compañeros. “Dos ya nos recibimos, y todos ya estamos trabajando por suerte; no tengo dudas de que sin ellos no hubiera podido seguir la carrera en tiempo y forma, porque si bien me retrasé un poco con la entrega de la tesis tuvo más que ver con que me costó ponerle fin a la etapa universitaria”, explica Nicolás a corazón abierto. De cierta manera, sentía que implicaba despedirse de una rutina que se había vuelto parte esencial de su vida, donde combinaba lo social con lo profesional.

A partir de segundo año dio sus primeros pasos en el mundo laboral, primero en una juguetería, luego en el instituto de la universidad, y finalmente accedió a una pasantía en el lugar soñado: la Conae. Nicolás participó en el diseño de un instrumento SAR para el proyecto integrador llamado Focus. “Se trata del monitoreo de infraestructuras críticas, como represas, edificios y puentes, porque se puede ayudar a prevenir y tomar medidas antes de un colapso”, detalla. Con honestidad, cuenta que en su momento tuvo temor de no conseguir empleo, pero las ofertas laborales llegaron, y sobre todo cuando estaba a punto de graduarse.

Naves para astronautas

Con humor, asume que hay dos preguntas que le hacen siempre, y por un momento deja de lado la seriedad para bromear al respecto: “Me dicen si quiero ser astronauta para ir al espacio, y yo respondo: ‘Si me prometen que vuelvo...’”. Admira a quienes sienten esa vocación y se forman para eso, pero tiene en claro que le gusta diseñar elementos, más que usarlos. “Si un astronauta viene y me dice que le diseñe una nave para ir al espacio, yo encantado”, agrega risueño.

La otra consulta que se repite es si le gustaría ir a trabajar al exterior. “Si bien no estoy cerrado a vivir esa experiencia, si a mí me das a elegir las mismas condiciones acá o en el exterior, elijo mi país, porque justamente es mi país”, sentencia Conde. Hace referencia a la felicidad y la alegría nacional que se vivió en todo el país por el triunfo de la Selección Argentina en el Mundial, y está convencido de que sería difícil encontrar ese sentimiento y la idiosincrasia que nos caracteriza.

,Menciona como referente a Miguel San Martín, el ingeniero electrónico que trabaja en la NASA, y cuenta que pudo conocerlo en persona. “En un campus party donde fuimos a dar una charla, él se acercó y es una persona que admiro muchísimo. Fue súper amable con nosotros y nos quedamos re contentos”, expresa Nicolás. Gracias a las conversaciones sobre el futuro y los conocimientos que adquirió, el flamante graduado sueña en grande. “Creo que vamos a llegar a ver en 10 o 15 años alguna misión interplanetaria, y ojalá que pueda formar parte de eso, porque sin dudas sería el sueño máximo al que podés aspirar”, expone.

El desafío de viajar en el espacio

“Hacer un satélite es complejo, pero hay muchas cosas que ya están probadas y diseñadas, en cambio ir a otro planeta es 100% nuevo, y seguramente cueste mucho tiempo desarrollar algo así porque no puede fallar, y va a ser desafiante, pero me encantaría ayudar a que eso pase”, proyecta. En sus tiempos libres dibuja retratos y paisajes a lápiz, un hobby que mantiene hace años. Después de dedicarse con tanta pasión a los aspectos técnicos, está buscando instruirse más en actividades artísticas, y baraja como opciones un curso de cocina o de canto.

Lanza una carcajada y reconoce que no vio la saga de películas de Star Wars ni Star Trek. “Me divierte la reacción de la gente cuando digo que no las vi, porque es la segunda desilusión que tienen después de saber que no soy astronauta”, comenta. Luego de culminar la pasantía y recibirse, Nicolás regresó a la Conae por una oportunidad laboral que no dudó en aceptar, y actualmente trabaja en el proyecto Saocom II.

“Cuando terminé la entrevista y me dijeron que había quedado seleccionado, les dije que era mi sueño estar ahí, y ahora estoy full time, yendo todos los días al laburo de mis sueños”, revela. Cada vez que ingresa a su lugar de trabajo, siente que cada momento tiene mérito y lo invade una sensación de hazaña. “Ahí los ascensores van a la velocidad de la luz, son distintos a los de los edificios de una ciudad”, bromea una vez más.

Algunas veces todavía se levanta convencido de que tiene que ir a rendir un final, pero luego cae en la cuenta de que ya se graduó. Al final de la charla pide dejar un mensaje para todos los que estén interesados en estudiar algo similar, y comparte su experiencia para inspirar a otros. “Les recomiendo que se animen, que busquen, que intenten anotarse, y realmente la carrera es muy divertida”, expresa. Y concluye: “A pesar de ser difícil como toda ingeniería, resulta más amena con los proyectos integradores durante la carrera, donde se aplican las cosas. donde se aprende haciendo, y es un ambiente de gente muy apasionada, donde te ayudan todos. Ojalá se anote mucha gente y nuestra industria siga creciendo, porque se necesita gente capacitada”.

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