Sufrió un robo, estuvo a punto de cerrar su negocio y los vecinos salieron al rescate

Carlos Cortez es carnicero y vive en Caucete. Días atrás sufrió un asalto y los trabajadores de un taller mecánico decidieron ayudarlo. "Me puse a llorar y los abracé", contó entre lágrimas.

Locales 17 de septiembre de 2020

carnicero- caucete

El pasado martes 18 de agosto a Carlos Ariel Cortez (50 años), un carnicero del departamento de Caucente, sufrió un grave robo a mano armada.

Cuando llegaba para abrir el local de Trozadero El Reino, en diagonal Sarmiento y Juan Jufré, fue abordaron por delincuentes que le apuntaron con un arma de fuego en la cien. Se llevaron 85.000 pesos que tenía para pagar la carne con la que se había abastecido durante el fin de semana. Tras esto, tuvo que bajar la persiana sin saber cuándo iba a poder atender.

“Yo vivo el día a día, no tengo ahorros. Mi sacrificio más grande es por mi hija, que tiene parálisis”, le dijo a Telesol.

Hace 10 años, Carlos tuvo el golpe más grande de su vida. Por una mala praxis, una de sus hijas quedó cuadripléjica a pocos días de nacer. 

Entre tanta amargura, en tiempos de crisis económica por la pandemia, tres vecinos, que tienen un taller mecánico, le dieron la alegría del año: le regalaron un cheque por $72.000 para que no cierre.

“No queremos que dejés de vendernos carne”, le dijeron los vecinos. “En ese momento no me salió otra cosa que llorar y abrazarlos”, contó Carlos con la voz quebrada.

Sobre cómo fue el asalto, Cortéz comentó que ese día "iba llegando a mi trabajo. Vinieron dos personas en moto. Uno entró corriendo, me encañonó y me pidió el dinero. Me dijo que tenía que estar tranquilo, sino me volaba la cabeza".

Cortez tenía en el bolsillo de la campera 84 mil pesos que guardaba en su casa para pagar parte de la mercadería y $1.000 que le había dado un vecino por un fiado".

Enterados de la situación “los muchachos del taller mecánico, que arreglan los móviles de la Policía Comunal, me llamaron y me dijeron 'con tal de que no cierre la carnicería, para que no nos quedemos sin carne, le vamos a prestar un cheque cuando nos pague el municipio, así no se queda sin trabajo'”. Pasaron los días y el préstamo no llegaba.

Mientras tanto, Carlos pensaba en cómo iba a hacer para devolver la plata del cheque y hasta analizaba vender un viejo Dodge 1500 que tiene.

“No tenía un respaldo, ni plata guardada. Vivo al día. Descanso sólo mediodía en un feriado. La peleo junto a mi familia”, asegura. Lo acompañan su esposa y un hijo, con quienes comparte unos mates.

El martes, Josué, Cristian y Gastón, llegaron hasta la carnicería. “Me dieron el cheque y me dijeron ‘hemos decidido, de todo corazón, regalárselo'”. Al contarlo, Cortez se emociona y hace una pausa.

“Me puse a llorar, los abracé. Nosotros queríamos vender el autito o sacar un préstamo y ellos me lo regalaron. Fue algo grandísimo, porque son personas comunes, como yo. No tienen una empresa grande. Son laburadores de todos los días”, cierra entre lágrimas.

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